jueves, 16 de septiembre de 2010

Soledad en una noche fría



Era una noche fría de invierno, de aquellas que ya no recordaba en mi memoria, yo me encontraba ahí, en el lugar de siempre. A altas a horas de la noche me sentaba en el sofá con una copa de licor, no importaba cual, yo siempre estaba allí. La habitación, que únicamente utilizaba en ese momento del día, solo quedaba iluminada por las llamas del hogar encendido frente a mi vista. En el pequeño lugar no se observaba más que el sofá, las llamas, mi persona y el hermoso retrato de mi amada, fallecida dos días atrás, colocado en la pared, arriba del hogar.
Habían pasado ya dos horas desde que por fin me había sentado, las llamas ya casi no iluminaban la pequeña y oscura habitación, me era dificultoso poder ver los preciosos ojos de aquel retrato que se encontraba allí conmigo. La copa estaba vacía y, al darme cuenta de ello, recordé haber dejado la botella de licor del lado derecho, junto a mi asiento; extendí mi brazo para poder tomarla y, en medio de mi acción, escuché crujir la gran puerta de madera que se hallaba detrás del sofá, por lo tanto, detrás de mí.
Debe ser por el frío, pensé, sin preocupación alguna tomé la botella y simplemente me serví otra copa más.
Media hora después, la botella estaba cerca de vaciarse y, cuando quise levantarme y retirarme del cuarto, escuché un crujido aún más fuerte, proveniente de aquella gran puerta de madera, unos segundos después volvió a sonar, y así lo hizo durante unos minutos. Me quedé inmóvil, aún sentado, mis ojos se tambaleaban de lado a lado sin poder tener una imagen clara de lo que allí sucedía, mi respiración aumentaba al igual que mi preocupación.
Comencé a tranquilizarme minutos después, pero no por mucho tiempo, ya que sentí como algo se movía en la cerradura, las bisagras chillaban oxidadas y sentía como de a poco la puerta se abría lentamente. Estaba seguro de haberla cerrado, e incluso, tenía la única llave que la abría en el bolsillo interior de mi saco. Me pregunté quién o qué podría ser el o la causante de aquella situación; -“nadie, nada”, fue rápidamente mi respuesta, puesto que me encontraba solo en la casa hacía dos días.
El nerviosismo invadía todo mi cuerpo, la luz disminuía con el pasar de los minutos, y los latidos de mi corazón se aceleraban cada vez más y más, tanto fue así que con mi mano tomé mi pecho fuertemente. Una leve y fría brisa me llegó, y al rozarme erizó toda mi piel, ¿De dónde provenía? No sabía, en la habitación no había ventanas, tampoco en el pasillo.
La puerta siguió abriéndose lentamente, aunque su sonido ya no podía oírlo, los latidos de mi corazón se le sobreponían, sentía cada vez más fuerza en ellos, parecía que iba a salir de mi pecho. Traté de averiguar lo que allí ocurría mirando de reojo, el intento fue en vano y no me animaba a voltear la cabeza para saberlo.
Cuando por fin cesaron los ruidos y las brisas, comencé a calmarme y a pensar con tranquilidad un motivo lógico y sensato que justificase aquellos sucesos. Un centenar de ideas cruzaron mi cabeza, pero solo una llamó mi atención; -“¿Será ella?” me cuestioné, -“o ¿es la soledad de la noche que me esta jugando una mala broma?” dije a continuación, la sola idea de pensar en la primer cuestión me perturbaba, pero a la vez me excitaba y me inquietaba. Traté de levantar suavemente la mirada hacia el cuadro, con la poca iluminación me di cuenta que… ¡me estaba mirando!, me observaba fijamente a los ojos, los sonidos volvieron aún más fuertes y continuos.
Baje la mirada, el miedo y el terror me dominaban; con voz temblorosa pregunté –“¿Amada mía, eres tú?”; apenas pronuncié la última palabra un helado susurro me llegó al oído, la puerta se cerró fuertemente y con un golpe, la poca llama que quedaba encendida, de repente se apagó, comencé a transpirar como nunca antes lo había hecho, mi corazón comenzaba a rasgarme el pecho, apoyé los brazos en los apoyabrazos y los agarré nerviosamente con las manos, cerré enérgicamente los ojos, el helado susurro pronunciaba palabras que no podía comprender, pero cada vez era más claro y alto, al fin pude entenderlo, mi nombre pronunciaba, no podía más, mareado estaba, con más fuerza mantuve cerrado mis ojos y… ¿Qué pasó?, no lo sé, aún no los abrí, aún no me desperté.

domingo, 12 de septiembre de 2010

La historia, la silla y la roca azul


¿Qué historia? ¿La del octavo día de la semana? Pero es aburrida… Bueno, está bien. Pero no pidan muchos detalles, los faltantes deben ser creados en sus retinas.
El octavo día de la semana siempre fue mi preferido, desde que tenía 5 años, 5 días, 5 horas, 5 minutos y 5 segundos. Generalmente, todos los octavos, eran más o menos iguales, agradables y nada más, salvo aquel, salvo su noche.
Estaba fresco y oscuro como nunca, así que tomé una silla y salí a caminar. En mi ruta sin importancia me crucé con una playa, decidí acercarme a la orilla. Me saqué los zapatos, apoyé mi silla y me senté. El movimiento de la marea mojaba mis pies, suavemente, con su agua helada. Poco a poco comencé a sentirla cada vez más caliente, sin ser muy preciso, habrá llegado a una temperatura de 55,5°C.
El ambiente comenzó a cambiar, el cielo se movía, se avecinaba una tormenta, pero no me fui. Escuchaba relámpagos cada vez más próximos, llegaron a mí y allí se quedaron. “quieren sentarse en la orilla ellos también”, pensé. De repente, un rayo iluminó el lugar, y pude ver, en el fondo del agua, una roca azul, al menos ese fue el color que percibí. Con la ayuda de los amables rayos, simpáticos ellos, pude reconocerla, la había visto antes. Esa roca azul solía ser mucho más grande, estaba seguro que era la misma, me había pertenecido, siempre la llevaba en mis manos, por si me cruzaba con ese alguien importante poder entregársela. Yo creía que nos habíamos cruzado, que se la había dado, ¿Cómo llegó ahí? Pensando, concluí que no nos habíamos cruzado, sino que vagamente nos acercamos, se la entregué, creyendo tocar sus manos, y la roca cayó. Nunca pensé volver a verla, la creí desaparecida, fuera de mí.
Como todos debemos seguir nuestros caminos, quise tomarla y arrojarla lejos, entonces esperé a que el siguiente amigo rayo me ayudara a percatarme exactamente de su posición. Cuando pude precisar su locación, me incliné hacia adelante, provocando un chillido en la madera de mi silla, logré sumergir mi mano, pero no fui capaz de tomarla; me senté correctamente y, nuevamente, inicié todo de vuelta, pero tampoco pude. Intenté 5 veces y no pude, pero no porque ella me lo impedía, sino porque yo era cobarde, muy cobarde. No me animaba a alejar semejante belleza de mí, la belleza de aquella roca. Por supuesto, la roca azul empezó a reírse,” ¿De qué te ríes?” le pregunté, pero no respondió, solo se reía más y más. Maldita.
Los rayos se superponían el uno con el otro, tuve que tapar mis oídos con mis manos, ya que no podía tolerar el sonido estruendoso del lugar. La marea comenzó a subir, mi silla empezó a hundirse en la arena. La roca lloraba de risa. ¡Qué sonido tan chillón y fantasmagórico! Aún sueño con ello. No pude soportarlo. Sin darme cuenta que olvidaba mis zapatos, me puse de pie, tomé mi silla y, con mi infinita cobardía, salí corriendo.
La roca azul sigue estando en el mismo lugar. No me he animado a volver, ya no voy a la playa, ni siquiera en la tarde del octavo día de la semana.
Yo se que, alguna noche tormentosa, llenaré mi espíritu de valentía y, con gran coraje, tomaré mi silla, iré a la playa, me acercaré a la orilla, tomaré la roca azul y, con mucha fuerza, la arrojaré hacia las estrellas.

domingo, 25 de julio de 2010

Buscando la Calma (canción)



Voy corriendo hacia el bosque. Los cuervos me pesiguen. Quiero perderlos, pero no puedo. Mis plumas, quieren quitarme. Bajo un árbol podré esconderme. Miro al cielo, estoy perdido. Escucho a los cuervos, se acercan. Sacarme los ojos, ellos quieren. Tengo frío, estoy temblando. Sopla el viento y pienso en ella. Escucho un susurro en mi oído. Es su voz, su voz me calma. Cierro los ojos, no escucho nada más. Los vuelvo a abrir. Estoy rodeado de plumas negras. Su voz me calma. Cierro los ojos para escapar hacia un lugar mejor.

martes, 4 de agosto de 2009



En el aire quiero estar, pues allí arriba puedo ser libre. En el aire, las reglas terrenales no existen, el sistema social es inútil. En el aire, soy perfectamente honesto y sincero, la manera en la actúo es, ciertamente, indiferente, mi personalidad es 100% auténtica, sin filtros ni restricciones que, a veces, me son impuestas en tierra. En el aire, no tengo que explicar las razones por las cuales una circunstancia o expresión me perturba. En el aire, mi ser funciona naturalmente, nadie arremete contra mí con una frase tal como “uy dios, flaco”. En el aire, la melodía, consecuencia de la conjunción entre la voz del viento y el motor, me envuelve y me eleva aun más. En el aire solo estoy yo. En la tierra, lo individuos caminan aceleradamente, chocan sus hombros al cruzarse, sin mirarse a los ojos, sin ofrecer una disculpa. En el aire, me acompaña la paz y la adrenalina. Por momentos cierro los ojos, manteniendo un rumbo constante, pero, rápidamente, los abro, ellos reflejan una mirada arrogante, con la melodía de la cabalgata de las valkirias, compuesta por Richard Wagner, sonando en mi mente, me transformo en un aguerrido piloto; la tierra pasa a estar por encima de mi cabeza, y cambia su lugar con el cielo, segundo a segundo, variando de maniobra una y otra vez; ya no existe el arriba, no hay abajo, solo estoy, libre, como siempre lo deseé, puro, soy lo que soy, ámenme u ódienme. En el aire, no existe más que la autenticidad, las nubes humedecen mis antiparras. En el aire, es posible alcanzar lo que en tierra nadie me da, lo que nadie tiene, pero la creen poseer, lo que jamás encontrarán; en el aire, me acompaña la libertad.

lunes, 27 de julio de 2009

Decisión



Hoy quiero sentir una bala en mi cuerpo, deseo caer, que mi cabeza golpee contra el cordón de una vereda, y que, con el impulso de la caída de mi brazo, mi anillo salga de mi dedo y caiga en una alcantarilla para jamás ser encontrado.
Quien piense que mi decisión es cobarde no puede concebir, en su persona, el dolor que llevo dentro de mí. No ha podido ver a través de mí. Pero no voy a explicarlo aquí, es tarde ya, no lo merecen –no es necesario aclarar que he intentado explicarlo anteriormente, pero solo recibí risas como respuesta-.
Todos parecen saber más de mí que yo mismo. Siempre dije que era un alma en sufrimiento, pero, al parecer, nadie me creyó realmente, nadie lo hizo. Mis sentimientos están escritos en un lenguaje que nadie parece conocer y entender.
Podré tener todo el amor del mundo para mí, pero aun así me seguiré sintiendo no querido.
Perdí a las personas que necesitaba al lado mío, o, al menos, no me querían en sus vidas; pero no me lo dijeron, simplemente de un día para el otro desaparecieron, y después regresaron como si nada hubiera pasado, como si yo nada hubiera sentido. Monstruos. Ríanse monstruos.
No importa, cuando no esté no habrá diferencia, cuando me vaya no me van a extrañar, no van a notar que no estoy más, cuando me vaya no me van a extrañar.
¿Quién se atrevió a mirarme a los ojos en silencio para encontrar una respuesta? Vos no, nadie lo hizo. No importa ahora. Aparentemente jamás importó, a pesar de que lleno de amor siempre estuve.Tranquilo estoy, porque sé que mañana, cuando abra los ojos, estaré en pijama, parado sobre el verde césped de un hermoso prado, observando el amanecer, con una taza de té en la mano

jueves, 23 de julio de 2009

Como Palomas



Unos meses atrás, me econtraba sentado en el banco de una plaza, simplemente, observaba a mi alrededor. De repente, un niño se acercó hacia la zona donde se encontraban algunas palomas. Decidí dedicarle toda mi atención al pequeño muchacho. Al poco tiempo, lo noté asustado, había extendido su brazo y su mano, para darle de comer a las aves; pero no sabía que ellas iban a avalanzarse todas juntas hacia él, creía que, como las personas, ellas irían una a una, gentilmente tal vez.
Aquella situación me cautivó, no puedo explicar por qué. Llevaba conmigo mi cámara, así que tomé una fotografía de aquel momento.
Unos días después, colgué la imagen de aquel niño, acechado por las aves, en una pared; y aún está allí.
Hoy, me detuve un momento frente a ella, y la observé por mucho tiempo, hasta que, de pronto, me di cuenta que, aquel muchachito, era yo. Le había extendido mi mano a las personas, pero ellas, como palomas, solo supieron picotearlas

lunes, 6 de julio de 2009

Cuento Falso En Mi Mente (mensaje a una imagen 2da parte)



No puedo calmarme, ni el más fino cabernet sauvignon puede ya, sofocar este anhelo, el de poner mi grito en el cielo. Pocos datos, a mi entender lógico, no llegan a ser información, pero no soy yo el que controla mi mente y mi corazón, mucho menos si se asocian con el fin de perturbarme. Que insulsos seremos los seres humanos que titulamos el tiempo, lo dividimos y le colocamos límites para expresar lo que sentimos.
Ya cruzaron, por mi cabeza, palabras de cualidad vulgar, nunca antes pronunciadas en mi oratoria.
Confianza y desconfianza, ¿Alguien puede darme alguna posible definición? ¿Acaso es la posibilidad de creer en el otro o no creer? No lo se. Lo que sí puedo saber es quien confía en mí, y vos no lo haces.
Mi lucidez siempre me juega en contra, divaga libremente; ella misma, con solo pocos datos, crea una escena dubitativa sobre acontecimientos sucedidos o no –posiblemente no-. La certeza, de su verdad o falsedad, nunca es segura, ya que no es posible establecer una discusión o debate acerca del tópico en cuestión, porque siempre tratas de huir con algún otro tema en particular.
La impotencia me lleva a querer gritar sin poder concebirlo, pues lo hago por dentro. La oscuridad invade mi pensamiento, dejándome sin tiempo para deliberar qué es lo correcto.
Mezclar realidad con ficción, mi más eficaz recurso, ya que, con él, puedo confundir a cualquiera; algunos opinan: “negación de la realidad”, y tal vez lo sea, pero no está en mi control; no hay por qué alarmarse, simplemente me gusta si es así, simple pero conciso.
¿Acaso mi desconfianza, para con la realidad, es la culpable de las tramoyas realizadas por mi mente?, o ¿somos los dos los culpables? Yo admito, lisa y llanamente, mi parte de culpa (vos no); pero para la simple duda siempre debe haber un disipador, si este falla, o no cumple con su “deber”, -y entre comillas, pues no es obligación- la incertidumbre puede volverse verdad, falsa, pero confirmada. Todo según que ojos lo vean.
Se que no pensaste en mi aquella vez –“…ahora, no antes, no después, solo ahora, en este instante…”- pude sentir parte de tu supuesta falsedad, por decirlo de alguna manera.
Mi mente es un rompecabezas, solo vos podes armarlo, pero me temo que no podes, o no queres terminarlo, y así tratas de ocultarme la verdad, tu verdad.
Redundan tus frases, para nada concretas, mucho menos directas; carecen las acciones demostrativas de afecto (¿de tu parte?), por el contrario, abundan elementos imprecisos sin certezas, lo que provocan divagaciones en mi imaginación; falta de confianza y especificidad en cuanto a los “acontecimientos” se refiere.
Modificar la realidad es lo que quiero, y en eso nos parecemos vos y yo. Gracia y angustia me causa. Dulces notas sonando no me calman, ni siquiera tu voz ni tu razón pueden hacerlo ahora. No me alcanza lo que me das. Tampoco se que quiero. La soledad me abraza gentilmente, y poco falta para responderle con un grato y acogedor saludo de mi parte. Loco estoy. La cobardía es mi principal característica, y creo que nadie lo nota. ¡Que pena! ¡Oh dulce pena!
Desnudo frente al mundo, tengo la intención de unirme a vos. Y no pido más que un poco de tu sinceridad y honestidad.